Mara y Luz, una de las chicas que estuvieron en la fiesta de la playa, decidieron hacer una excursión al bosque. Yo quería quedarme en mi casa, necesitaba limpiar y lavar alguna ropa, pero Mara no me dejó que hiciese nada y me sacó ese día de casa bien temprano. Yo me equipé con una mochila de excursión, unas botas para andar, una camiseta, un pantalón de expedición y un palo plegable de plástico que llevaba colgado de la mochila.
Quedamos a las diez de la mañana en la plaza del pueblo. Ellas iban normal, como casi siempre estaban, lo único que las diferenciaba era una pequeña mochila que portaba cada una en sus espaldas. Cuando me vieron primero intentaron contener la risa, pero al final ambas se miraron y sus carcajadas no pudieron parar. -¿Dónde vas así? ¡Que no vamos a la selva! Anda que quien te vea con esas pintas, parece que es la primera vez que vas al campo. Dijo Mara y estuve por decirle que lo más parecido a campo donde había ido en mi vida fue a un camping de Cuenca, pero me callé, ya tenía el cachondeo asegurado con mi atuendo de "Frank de la jungla" versión queer.
Nos empezamos a meter por ese bosque verde, lleno de hayas y recubierto por ese verde asturiano que no muere ni en verano. Cada cosa que veía allí parecía más relajante y mágico, hierba silvestre que parecía estar recién cortada, flores de una diversidad de colores increíbles o pequeños animales que marchaban por toda esa vegetación. Estuvimos andando muchas horas sin parar. Me sentía pesado no sólo por todo el equipaje que me había llevado innecesariamente, sino también por el enorme cansancio de la caminata.
Finalmente nos paramos a comer. Mientras andábamos me contaron la vida de la mitad de los del pueblo y que como buen pueblo que se precie todos eran primos. Yo estuve muy callado durante todo el trayecto, pero al final pregunté por lo que me interesaba. -¿Y cómo es Micael? Parece un chico muy independiente. -La historia de Micael es muy larga, querido. Me contestó Mara y siguió explicándome Luz que parecía ser quien le conocía más. -Micael siempre ha sido el diferente de nosotros, cuando tenía trece años su padre murió, su madre no tenía trabajo y tenía una hermana pequeña, afortunadamente su tío les pudo ayudar a subsistir. Pero su madre se sintió en deuda con él, por lo que a los dieciseis años Micael empezó a trabajar en la mar con su tío y desde entonces él es quien mantiene a la familia.
-Hay una cosa que no entiendo ¿Por qué no se puso a trabajar su madre? Pregunté con gesto de incredulidad, como si hubiese sido una vía muy fácil la que yo había presentado. -En este pueblo hay gente muy cerrada que sigue creyendo en que si su marido muere tienen que estar varios años de luto o lo que es lo mismo estar como una idiota no haciendo nada y sin apenas salir de casa, mis padres le ofrecieron un empleo como cocinera pero lo rechazó. Me quedé sorprendido al escuchar éso, no sabía que en España en pleno siglo XXI quedasen personas tan chapadas a la antigua.
Seguidamente continuó hablando Luz con cierto aire de pena. -Lo peor es que él era el mejor estudiante de la escuela, tenía mucho talento y era muy inteligente, era el único que tenía lo necesario como para triunfar como nadie de aquí lo había hecho nunca. -Él se quiere ir de aquí, cada vez que tiene un par de días coge el coche y se va, si no se ha largado ya definitivamente es por su hermana, a su madre la odia, nunca le ha perdonado que no le permitiese seguir estudiando. Dijo Mara.
-¿Y él no ha tenido ninguna novia? Pregunté sin saber si la pregunta era adecuada, pero me acordé de la chica que el otro día en la playa estuvo intentando ligar con él. -Tuvo sólo una novia, "La llorona". -¿"La llorona"? -Sí, una chica con la que salió hace dos años, estuvieron varios meses juntos, pero un día él la dejó y ella fue corriendo llorando por todo el pueblo, lo malo es que también se la oía llorar desde su casa, estuvo así una semana y finalmente se fue del pueblo, sin saber nadie cómo fue capaz Micael de hacerla tanto daño dejándola. Después todas las chicas del pueblo hemos estado detrás de él en algún momento, pero ha pasado de todas nosotras, lo cual es una pena porque es el chico perfecto.
Me quedé asombrado con la historia, pero dejamos de hablar de ello y empezamos a recoger. Teníamos que andar todo lo que habíamos andado hasta allí antes de que anocheciese. Tras esa conversación me llamó incluso más la atención Micael, preguntándome qué le pasaría por la cabeza a alguien al que tantas patadas le había dado la vida.
jueves, 16 de agosto de 2012
domingo, 12 de agosto de 2012
Vacaciones en el norte (3) "Trasgos"
Ya llevaba tres días allí y no conocía a nadie excepto a Mara, sus padres y algunos vecinos. Pero hoy iba a ser diferente, tendríamos fiesta. Era sábado y toda la gente joven del pueblo se reuniría en la playa para pasárselo bien, ya que durante los días normales la mayoría trabajaba en el puerto o fuera del pueblo y no tenían tiempo para relacionarse con el resto. Quedamos a las diez de la noche, iba con Mara porque era quien me había invitado y a la única persona que realmente conocía.
Cuando llegamos nos encontramos con un grupo de chicos y chicas de unas doce personas. Estaban sentados en la arena mientras escuchaban música con el móvil y hablaban entre ellos. En cuanto nos vieron en la lejanía empezaron a saludarnos y entonces me fijé en alguien que había visto ya anteriormente, el chico del que me fijé el primer día. -¿Ése no es..? -Sí, lo es. Me contestó Mara mientras llegábamos al círculo que formaba el grupo.
-Bueno gente os presento, él es Leo, es un poco tímido pero muy majo. Todos me saludaron en el momento. Por su mayoría parecía gente simpática, pero los chicos en su práctica totalidad parecían bastante brutos. Todos menos Micael el chico moreno de ojos verdes que ví el primer día. Era muy guapo y atractivo. Y una de las chicas estaba riéndole todo lo que decía e intentaba coquetear con él. Él sonreía como si estuviese halagado y nada más, pasando un poco de la chica, la cual no se rendía y estaba continuamente mirandole y sonriéndole.
Después jugaron al "Yo nunca" con chupitos de Vodka, yo no bebí, nunca me ha gustado emborracharme la primera vez que quedo con mucha gente que no conozco. Lo bueno de haber estado sobrio toda la noche fue lo que me podía reír de los demás y de las tonterías que decían y hacían mientras estaban embriagados por el alcohol. Uno de los chicos incluso se desnudó y se metío en el agua, aunque la escena me dió mucho asco porque a era el más feo, gordo y peludo de todos ellos.
La verdad es que había momentos en los que me sentía apartado, era el nuevo y muchaas veces no sabía qué decir. -Vaya panda de borrachos están hechos, no saben beber. Era Micael, estaba hablando conmigo, no me lo podía creer. -Si tú también has jugado ¿Cómo que no estás bebido? -¿Tú crees que yo he bebido mucho? Entonces caí en que realmente sólo se había tomado un par de tragos y ya está.
Eran las tres de la mañana y me empezó a contar cómo eran todos los que se habían juntado en la playa. Él despotricaba de esas parejas, estaban toda la vida juntos, pero decía que él no quería nada que le aferrase a ese pueblo y que esperaba poder algún día irse de allí. Le entendí perfectamente, la verdad es que yo también necesité irme una temporada de Madrid porque me ahogaba y supuse que la rutina de un pueblo tan pequeño tenía que agobiarte mil veces más. Él trabajaba en el puerto como pescador, ayudando en la mar a su tío. Éso fue lo único que me contó de él, pero curiosamente no me preguntó nada sobre mí, lo cual agradecí.
Además me contó la historia del trasgo, una especie de duende, que según los mitos hacía trastadas en las casas como cambiar las cosas de sitio o poner nervioso al ganado. Pero me dijo que no tuviese miedo si en mi casa notaba que había uno, ya que no eran malos, tan sólo un tanto traviesos. No soy la típica persona que cree en seres mitológicos o hechos sobrenaturales, pero esa vez fuese por lo convencido que él hablaba o la confianza que me daba, lo único que quería en ese momento era ver a uno de esos trasgos, aunque tan sólo fuese en sueños.
viernes, 10 de agosto de 2012
Vacaciones en el norte (2) "Babiecu"
La mañana llegó antes de lo que yo hubiese querido, las voces de unas señoras ,que se pusieron justo debajo de mi ventana a hablar, me levantaron. Así que fui a la cocina a prepararme un café, justo cuando me doy cuenta de que había comprado todo lo básico menos una maldita cafetera. Por lo que me preparé para salir a la calle en busca de mi desayuno mientras blasfemaba para mis adentros tanto mi desliz en no haber comprado el electrodoméstico que más usaba como a las dos viejas que me habían despertado. Entré en la taberna del pueblo, la cual regentaban un amable matrimonio que ya conocía porque encima del bar tenían el único hostal de allí, donde me hospedé las dos ocasiones anteriores.
Me senté en una mesa azul mar, a consonancia con todo el ambiente marinero de la taberna, y estuve fijándome en un escanciador automático que tenían en la barra mientras esperaba.
-Tú estás pidiendo un café a gritos. Dijo a mi derecha una voz joven y notoria. -¿Tanto se me nota? Pregunté mientras giraba mi cabeza y ví que se trataba de la camarera, que no era la dueña bonachona de aquel lugar, sino una chica delgada con ojos verdes y pelo color castaño aclarado tanto con la luz del sol que parecía que tenía mechas rubias y parecía ser la típica chica con un carácter marcado y original en algunas cosas. -Esa cara de besugo adormilado lo dice y también que no hayas mirado la carta de desayunos tal y como haría cualquier turista bien descansado. Dijo con cierto aire de "sabelotodísmo". -Pues traéme un cortado lo antes posible por favor. Le dije y ella puso un gesto bastante cómico mientras apuntaba mi pedido en su libreta.
Tras cinco minutos que se me hicieron eternos vino la camarera con mi café y justo en el momento que me lo sirió tuvo la habilidad de sentarse en frente de mí mientras me empezaba a hablar. -Así que te compraste una casa aquí para ti sólo me han contado. Genial ya sabía dos cosas, que la propietaria hoy estaba en la cocina y que mi café había tardado tanto y ahora esta mediofrío porque le estaba contando mi vida. -Antes de nada, bienvenido al pueblo, mi nombre es Mara ¿Y el tuyo? - Encantado Mara, yo soy Leo. Contesté en ese tono cordial en el que me había preguntado. -Bueno Leo, tómate el café ya que te voy a enseñar Tazones de arriba abajo. Sonreí ,aunque poco tenía que enseñarme en ese minúsculo pueblo, me acabé el café ya frío de un trago y me levanté.
En media hora habíamos recorrido todo el pueblo de arriba abajo. En el puerto, Mara le contó al capitán de un velero que era nuevo en el pueblo y me dió un pez muy grande no sabía qué pez era, ni lo pregunté, no quería parecer un idiota urbanita, aunque en verdad lo fuese. Después estuvimos todo el día en la playa, contándome ella su vida. Una chica que tuvo la suerte de obtener una beca para estudiar en una de las más importantes escuelas de Francia desde los seis años, pero a los dieciseis se aburrió de la vida de uniformes y gente estirada, cogió una mochila y estuvo dando tumbos por toda Europa durante tres años y subsistía como una excelente camarera. Sus padres eran los dueños de la taberna y aunque no aprobasen su estilo nómada de vida siempre la acogían cuando casi siempre por algún traspiés se había quedado sin un sitio donde estar.Yo también le conté mi locura de comprarme una casa allí sin que nadie de mis conocidos se enterase de que me iba sólo.
Al anochecer hicimos una hoguera en la misma playa para comernos el pez que nos dió el pescador. La verdad es que estaba bastante bueno, nunca había comido nada igual, aunque no sabía aún muy bien lo que me estaba comiendo. Mientras la improvisada cena, Mara me lanzó una pregunta indirecta que hizo que casi me atragantase. -Lo que yo no sé es lo que puede encontrar un chico al que le gustan los de su mismo equipo en un pueblo como éste. Mi cara de sorpresa a la pregunta fue bastante notoria. -Tranquilo no tienes tanta pluma, bueno tienes, pero me me dí cuenta por cómo miraste al chico que se estaba bañando antes en la playa, al que por cierto ya te presentaré, y sí, está tremendamente bueno. Dijo con cierto aire de deseo frustrado, como si lo hubiese querido siempre para ella y no lo hubiera alcanzado. La verdad es que su intuición me daba miedo. Cambió de tema rápidamente. -¿Entonces cuál fue la razón de verdad por la que te has venido aquí? Mi reacción fue cerrar los ojos como si una fuente de lágrimas fuese a recorrer mis mejillas de un momento a otro. -¡No, no he preguntado nada! Qué tonta que soy, vienes a renovarte por dentro y yo vengo a sacarte malos recuerdos... Mostré una sonrisa y con ella un "Tranquila, estás perdonada". Estuvimos mirando en silencio todas las limunosas estrellas que colgaban de ese cielo oscuro que acababa donde chocaba con el mar. Al final intenté sacar de nuevo conversación, aunque era un silencio bastante relajante. -Oye Mara ¿Cómo se llama el pez que me acabo de comer? Se empezó a reír y me gritó -¡Babiecu!
Creía que lo que me gritó era el nombre del pez, pero en realidad "Babiecu" significaba atontado en bable. Nunca supe qué pescado comí, pero fuese por el momento, el lugar o la compañía, en la vida comí algo igual.
Me senté en una mesa azul mar, a consonancia con todo el ambiente marinero de la taberna, y estuve fijándome en un escanciador automático que tenían en la barra mientras esperaba.
-Tú estás pidiendo un café a gritos. Dijo a mi derecha una voz joven y notoria. -¿Tanto se me nota? Pregunté mientras giraba mi cabeza y ví que se trataba de la camarera, que no era la dueña bonachona de aquel lugar, sino una chica delgada con ojos verdes y pelo color castaño aclarado tanto con la luz del sol que parecía que tenía mechas rubias y parecía ser la típica chica con un carácter marcado y original en algunas cosas. -Esa cara de besugo adormilado lo dice y también que no hayas mirado la carta de desayunos tal y como haría cualquier turista bien descansado. Dijo con cierto aire de "sabelotodísmo". -Pues traéme un cortado lo antes posible por favor. Le dije y ella puso un gesto bastante cómico mientras apuntaba mi pedido en su libreta.
Tras cinco minutos que se me hicieron eternos vino la camarera con mi café y justo en el momento que me lo sirió tuvo la habilidad de sentarse en frente de mí mientras me empezaba a hablar. -Así que te compraste una casa aquí para ti sólo me han contado. Genial ya sabía dos cosas, que la propietaria hoy estaba en la cocina y que mi café había tardado tanto y ahora esta mediofrío porque le estaba contando mi vida. -Antes de nada, bienvenido al pueblo, mi nombre es Mara ¿Y el tuyo? - Encantado Mara, yo soy Leo. Contesté en ese tono cordial en el que me había preguntado. -Bueno Leo, tómate el café ya que te voy a enseñar Tazones de arriba abajo. Sonreí ,aunque poco tenía que enseñarme en ese minúsculo pueblo, me acabé el café ya frío de un trago y me levanté.
En media hora habíamos recorrido todo el pueblo de arriba abajo. En el puerto, Mara le contó al capitán de un velero que era nuevo en el pueblo y me dió un pez muy grande no sabía qué pez era, ni lo pregunté, no quería parecer un idiota urbanita, aunque en verdad lo fuese. Después estuvimos todo el día en la playa, contándome ella su vida. Una chica que tuvo la suerte de obtener una beca para estudiar en una de las más importantes escuelas de Francia desde los seis años, pero a los dieciseis se aburrió de la vida de uniformes y gente estirada, cogió una mochila y estuvo dando tumbos por toda Europa durante tres años y subsistía como una excelente camarera. Sus padres eran los dueños de la taberna y aunque no aprobasen su estilo nómada de vida siempre la acogían cuando casi siempre por algún traspiés se había quedado sin un sitio donde estar.Yo también le conté mi locura de comprarme una casa allí sin que nadie de mis conocidos se enterase de que me iba sólo.
Al anochecer hicimos una hoguera en la misma playa para comernos el pez que nos dió el pescador. La verdad es que estaba bastante bueno, nunca había comido nada igual, aunque no sabía aún muy bien lo que me estaba comiendo. Mientras la improvisada cena, Mara me lanzó una pregunta indirecta que hizo que casi me atragantase. -Lo que yo no sé es lo que puede encontrar un chico al que le gustan los de su mismo equipo en un pueblo como éste. Mi cara de sorpresa a la pregunta fue bastante notoria. -Tranquilo no tienes tanta pluma, bueno tienes, pero me me dí cuenta por cómo miraste al chico que se estaba bañando antes en la playa, al que por cierto ya te presentaré, y sí, está tremendamente bueno. Dijo con cierto aire de deseo frustrado, como si lo hubiese querido siempre para ella y no lo hubiera alcanzado. La verdad es que su intuición me daba miedo. Cambió de tema rápidamente. -¿Entonces cuál fue la razón de verdad por la que te has venido aquí? Mi reacción fue cerrar los ojos como si una fuente de lágrimas fuese a recorrer mis mejillas de un momento a otro. -¡No, no he preguntado nada! Qué tonta que soy, vienes a renovarte por dentro y yo vengo a sacarte malos recuerdos... Mostré una sonrisa y con ella un "Tranquila, estás perdonada". Estuvimos mirando en silencio todas las limunosas estrellas que colgaban de ese cielo oscuro que acababa donde chocaba con el mar. Al final intenté sacar de nuevo conversación, aunque era un silencio bastante relajante. -Oye Mara ¿Cómo se llama el pez que me acabo de comer? Se empezó a reír y me gritó -¡Babiecu!
Creía que lo que me gritó era el nombre del pez, pero en realidad "Babiecu" significaba atontado en bable. Nunca supe qué pescado comí, pero fuese por el momento, el lugar o la compañía, en la vida comí algo igual.
jueves, 9 de agosto de 2012
Vacaciones en el norte (1)
Salí del autobús cargado de maletas, agotado tras más de cinco horas de tren hasta Oviedo a lo que había que sumar una más en carreteras. Pero no pasaba nada, iba a aprovechar lo máximo posible ese mes de agosto mientras descansaba y no me importaba todo el esfuerzo que había invertido en ello.
Sólo había visitado otras dos veces Tazones, un pequeño pueblo pesquero del norte, que a mi me maravilló hasta el punto de comprarme allí una casa. Soy afortunado, pocos chicos de 18 años se pueden permitir comprar un inmueble, pero no porque pertenezca a una familia adinerada, es más es más siempre he pertenecido a esa clase media-baja madrileña que se contenta con una semana de vacaciones en un apartamento a primera o segunda línea de playa.
Pero la suerte me sonrió justo cuando mi abuelo murió. Mi abuelo pertenecía a ese reducido grupo de franquistas que no se adaptaron tras la transición a nada. Él siguió siendo un misógeno, homófobo y tirano hasta el final de sus días, lo cual no producía una buena relación conmigo, su nieto homosexual, al que no hablaba desde una tarde de hace dos años en la que me vió besarme con un chico en la calle.
Con todo ésto, era difícil creer que me dejase a mí la parte más suculenta de la herencia. Me hizo cargo de un legado que todos menos él desconocíamos. Se trataba de una llave que abría la caja de una consigna en la que guardaba muchísimo dinero y todo ello, tal y como ponía estipulado en el testamento, era mío. Me dió igual que mis tíos, primos e incluso mis padres me mirasen con envidia y pensasen que no era justo, pero ese dinero era sólo mío y tenía claro que con ello viviría cómodamente el resto de mi vida.
En abril decidí hacer una visita por Asturias y paré por Tazones, me gustó tanto todo lo que veía, las casas con sus pequeñas escalinatas, la lonja, un bosque que moría en el mar junto a una pequeña playa, que decidí que allí me compraría una casa. Ví un cartel de Se vende en una de esas pequeñas viviendas bajas y llamé al momento. El precio que me pusieron por comprarlo no me pareció una barbaridad así que quedé con el propietario y en una semana la tenía comprada.
Así que allí estaba de nuevo, la segunda vez que fui era para ver cómo habían dejado las cosas a quienes contraté para la obra de la vivienda. Dejaron todo tal y como dije, pero no era para menos porque les prometí una buena cantidad de dinero si todo quedaba tal y como yo quería. En esa visita también compré los muebles de la casa. Y al final lo que logré fue una casa con un estilo limpio y clásico, lo más moderno que tenía era un vinilo y una máquina de escribir, Quería una desconexión total del mundo y lo único que me llevé en esas vacaciones fue un viejo móvil tribanda para llamar a mi padres a veces y que no se preocupasen.
Según mis padres creían que iba con amigos, según mis amigos iba con mis padres, a nadie le dije que realmente iba sólo. Necesitaba apartarme del mundo por muy huraña que pareciese mi decisión. Así que allí estaba en mi casita rural, ya de noche, necesitando descansar del duro viaje abrazándome a las mantas en esa frescas jornadas nocturnas del cantábrico.
Sólo había visitado otras dos veces Tazones, un pequeño pueblo pesquero del norte, que a mi me maravilló hasta el punto de comprarme allí una casa. Soy afortunado, pocos chicos de 18 años se pueden permitir comprar un inmueble, pero no porque pertenezca a una familia adinerada, es más es más siempre he pertenecido a esa clase media-baja madrileña que se contenta con una semana de vacaciones en un apartamento a primera o segunda línea de playa.

Con todo ésto, era difícil creer que me dejase a mí la parte más suculenta de la herencia. Me hizo cargo de un legado que todos menos él desconocíamos. Se trataba de una llave que abría la caja de una consigna en la que guardaba muchísimo dinero y todo ello, tal y como ponía estipulado en el testamento, era mío. Me dió igual que mis tíos, primos e incluso mis padres me mirasen con envidia y pensasen que no era justo, pero ese dinero era sólo mío y tenía claro que con ello viviría cómodamente el resto de mi vida.
En abril decidí hacer una visita por Asturias y paré por Tazones, me gustó tanto todo lo que veía, las casas con sus pequeñas escalinatas, la lonja, un bosque que moría en el mar junto a una pequeña playa, que decidí que allí me compraría una casa. Ví un cartel de Se vende en una de esas pequeñas viviendas bajas y llamé al momento. El precio que me pusieron por comprarlo no me pareció una barbaridad así que quedé con el propietario y en una semana la tenía comprada.
Así que allí estaba de nuevo, la segunda vez que fui era para ver cómo habían dejado las cosas a quienes contraté para la obra de la vivienda. Dejaron todo tal y como dije, pero no era para menos porque les prometí una buena cantidad de dinero si todo quedaba tal y como yo quería. En esa visita también compré los muebles de la casa. Y al final lo que logré fue una casa con un estilo limpio y clásico, lo más moderno que tenía era un vinilo y una máquina de escribir, Quería una desconexión total del mundo y lo único que me llevé en esas vacaciones fue un viejo móvil tribanda para llamar a mi padres a veces y que no se preocupasen.
Según mis padres creían que iba con amigos, según mis amigos iba con mis padres, a nadie le dije que realmente iba sólo. Necesitaba apartarme del mundo por muy huraña que pareciese mi decisión. Así que allí estaba en mi casita rural, ya de noche, necesitando descansar del duro viaje abrazándome a las mantas en esa frescas jornadas nocturnas del cantábrico.
miércoles, 8 de agosto de 2012
Defectos y miserias.
Bien, no quiero pensar en nada. Todo lo que escriba en esta entrada puede tener mucho sentido o ninguno, así que lo siento si escribo cosas en las que impere la ilógica pero no voy a marchar otra vez atrás. "No volver a marchar atrás", esa frase en teoría es mi filosofía de vida actual ¿Estoy cumpliendo esa máxima que me impuse? Sí, rotundamente sí, incluso si no lo estuviese haciendo lo debería pensar. También soy más desconfiado y veo que no sólo no me conozco a mí, sino que hay mucha gente que pensaba conocer bien, pero después veo que no los conozco para nada, o también cabe la posibilidad de que simplemente se están intentando enmascarar en lo que no es. A lo mejor yo no soy el que tiene tanto miedo al mañana, aunque siempre he temido a los rugidos del futuro.
No me considero nadie falso, ni superficial, creo que soy claro en todo. Bueno a lo mejor en la superficialidad me equivoco porque estoy viendo que esos aspectos que son tan sólo físicos, externos, me importan demasiado. En ese sentido me doy mucho asco, no debería ser así y éso no tiene ningún perdón. Al menos, mirando el vaso medio vacío, asumo ese defecto mío, mientras que el resto no lo suele hacer en ellos. Por qué será tan difícil asumir nuestros defectos. No lo sé, tengo la teoría de que si encontrásemos todo éso que no nos gusta de nosotros acabaríamos por romper los espejos para no vernos la cara.
Me da asco la humanidad y con éso me incluyo yo. Cada vez nos importa menos lo que sienta el resto. Sólo vamos mirando al suelo cuando los pedacitos de corazón que caen son nuestros. Y me equivoco, no me doy asco en ese egocentrismo porque yo nunca puedo dejar atrás a alguien que importa aunque sólo sea un poco. Incluso si me han hecho daño o he hecho daño no puedo quedarme sin intentar ayudar, aunque a veces es mejor tirar la toalla. Aquí va otro defecto mío, el de mirar a las personas mientras muchas de ellas no dejan de mirar hacia arriba.
Seré imperfecto, pero como no me lleva a nada criticarme voy a tirar a la basura todo eso que veo en mí y no me gusta. Porque aunque esos fallos no desaparezcan nunca dejaré que me ahoguen en un mar de tinieblas.
No me considero nadie falso, ni superficial, creo que soy claro en todo. Bueno a lo mejor en la superficialidad me equivoco porque estoy viendo que esos aspectos que son tan sólo físicos, externos, me importan demasiado. En ese sentido me doy mucho asco, no debería ser así y éso no tiene ningún perdón. Al menos, mirando el vaso medio vacío, asumo ese defecto mío, mientras que el resto no lo suele hacer en ellos. Por qué será tan difícil asumir nuestros defectos. No lo sé, tengo la teoría de que si encontrásemos todo éso que no nos gusta de nosotros acabaríamos por romper los espejos para no vernos la cara.
Me da asco la humanidad y con éso me incluyo yo. Cada vez nos importa menos lo que sienta el resto. Sólo vamos mirando al suelo cuando los pedacitos de corazón que caen son nuestros. Y me equivoco, no me doy asco en ese egocentrismo porque yo nunca puedo dejar atrás a alguien que importa aunque sólo sea un poco. Incluso si me han hecho daño o he hecho daño no puedo quedarme sin intentar ayudar, aunque a veces es mejor tirar la toalla. Aquí va otro defecto mío, el de mirar a las personas mientras muchas de ellas no dejan de mirar hacia arriba.
Seré imperfecto, pero como no me lleva a nada criticarme voy a tirar a la basura todo eso que veo en mí y no me gusta. Porque aunque esos fallos no desaparezcan nunca dejaré que me ahoguen en un mar de tinieblas.
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