Mara y Luz, una de las chicas que estuvieron en la fiesta de la playa, decidieron hacer una excursión al bosque. Yo quería quedarme en mi casa, necesitaba limpiar y lavar alguna ropa, pero Mara no me dejó que hiciese nada y me sacó ese día de casa bien temprano. Yo me equipé con una mochila de excursión, unas botas para andar, una camiseta, un pantalón de expedición y un palo plegable de plástico que llevaba colgado de la mochila.
Quedamos a las diez de la mañana en la plaza del pueblo. Ellas iban normal, como casi siempre estaban, lo único que las diferenciaba era una pequeña mochila que portaba cada una en sus espaldas. Cuando me vieron primero intentaron contener la risa, pero al final ambas se miraron y sus carcajadas no pudieron parar. -¿Dónde vas así? ¡Que no vamos a la selva! Anda que quien te vea con esas pintas, parece que es la primera vez que vas al campo. Dijo Mara y estuve por decirle que lo más parecido a campo donde había ido en mi vida fue a un camping de Cuenca, pero me callé, ya tenía el cachondeo asegurado con mi atuendo de "Frank de la jungla" versión queer.
Nos empezamos a meter por ese bosque verde, lleno de hayas y recubierto por ese verde asturiano que no muere ni en verano. Cada cosa que veía allí parecía más relajante y mágico, hierba silvestre que parecía estar recién cortada, flores de una diversidad de colores increíbles o pequeños animales que marchaban por toda esa vegetación. Estuvimos andando muchas horas sin parar. Me sentía pesado no sólo por todo el equipaje que me había llevado innecesariamente, sino también por el enorme cansancio de la caminata.
Finalmente nos paramos a comer. Mientras andábamos me contaron la vida de la mitad de los del pueblo y que como buen pueblo que se precie todos eran primos. Yo estuve muy callado durante todo el trayecto, pero al final pregunté por lo que me interesaba. -¿Y cómo es Micael? Parece un chico muy independiente. -La historia de Micael es muy larga, querido. Me contestó Mara y siguió explicándome Luz que parecía ser quien le conocía más. -Micael siempre ha sido el diferente de nosotros, cuando tenía trece años su padre murió, su madre no tenía trabajo y tenía una hermana pequeña, afortunadamente su tío les pudo ayudar a subsistir. Pero su madre se sintió en deuda con él, por lo que a los dieciseis años Micael empezó a trabajar en la mar con su tío y desde entonces él es quien mantiene a la familia.
-Hay una cosa que no entiendo ¿Por qué no se puso a trabajar su madre? Pregunté con gesto de incredulidad, como si hubiese sido una vía muy fácil la que yo había presentado. -En este pueblo hay gente muy cerrada que sigue creyendo en que si su marido muere tienen que estar varios años de luto o lo que es lo mismo estar como una idiota no haciendo nada y sin apenas salir de casa, mis padres le ofrecieron un empleo como cocinera pero lo rechazó. Me quedé sorprendido al escuchar éso, no sabía que en España en pleno siglo XXI quedasen personas tan chapadas a la antigua.
Seguidamente continuó hablando Luz con cierto aire de pena. -Lo peor es que él era el mejor estudiante de la escuela, tenía mucho talento y era muy inteligente, era el único que tenía lo necesario como para triunfar como nadie de aquí lo había hecho nunca. -Él se quiere ir de aquí, cada vez que tiene un par de días coge el coche y se va, si no se ha largado ya definitivamente es por su hermana, a su madre la odia, nunca le ha perdonado que no le permitiese seguir estudiando. Dijo Mara.
-¿Y él no ha tenido ninguna novia? Pregunté sin saber si la pregunta era adecuada, pero me acordé de la chica que el otro día en la playa estuvo intentando ligar con él. -Tuvo sólo una novia, "La llorona". -¿"La llorona"? -Sí, una chica con la que salió hace dos años, estuvieron varios meses juntos, pero un día él la dejó y ella fue corriendo llorando por todo el pueblo, lo malo es que también se la oía llorar desde su casa, estuvo así una semana y finalmente se fue del pueblo, sin saber nadie cómo fue capaz Micael de hacerla tanto daño dejándola. Después todas las chicas del pueblo hemos estado detrás de él en algún momento, pero ha pasado de todas nosotras, lo cual es una pena porque es el chico perfecto.
Me quedé asombrado con la historia, pero dejamos de hablar de ello y empezamos a recoger. Teníamos que andar todo lo que habíamos andado hasta allí antes de que anocheciese. Tras esa conversación me llamó incluso más la atención Micael, preguntándome qué le pasaría por la cabeza a alguien al que tantas patadas le había dado la vida.
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