Sólo había visitado otras dos veces Tazones, un pequeño pueblo pesquero del norte, que a mi me maravilló hasta el punto de comprarme allí una casa. Soy afortunado, pocos chicos de 18 años se pueden permitir comprar un inmueble, pero no porque pertenezca a una familia adinerada, es más es más siempre he pertenecido a esa clase media-baja madrileña que se contenta con una semana de vacaciones en un apartamento a primera o segunda línea de playa.

Con todo ésto, era difícil creer que me dejase a mí la parte más suculenta de la herencia. Me hizo cargo de un legado que todos menos él desconocíamos. Se trataba de una llave que abría la caja de una consigna en la que guardaba muchísimo dinero y todo ello, tal y como ponía estipulado en el testamento, era mío. Me dió igual que mis tíos, primos e incluso mis padres me mirasen con envidia y pensasen que no era justo, pero ese dinero era sólo mío y tenía claro que con ello viviría cómodamente el resto de mi vida.
En abril decidí hacer una visita por Asturias y paré por Tazones, me gustó tanto todo lo que veía, las casas con sus pequeñas escalinatas, la lonja, un bosque que moría en el mar junto a una pequeña playa, que decidí que allí me compraría una casa. Ví un cartel de Se vende en una de esas pequeñas viviendas bajas y llamé al momento. El precio que me pusieron por comprarlo no me pareció una barbaridad así que quedé con el propietario y en una semana la tenía comprada.
Así que allí estaba de nuevo, la segunda vez que fui era para ver cómo habían dejado las cosas a quienes contraté para la obra de la vivienda. Dejaron todo tal y como dije, pero no era para menos porque les prometí una buena cantidad de dinero si todo quedaba tal y como yo quería. En esa visita también compré los muebles de la casa. Y al final lo que logré fue una casa con un estilo limpio y clásico, lo más moderno que tenía era un vinilo y una máquina de escribir, Quería una desconexión total del mundo y lo único que me llevé en esas vacaciones fue un viejo móvil tribanda para llamar a mi padres a veces y que no se preocupasen.
Según mis padres creían que iba con amigos, según mis amigos iba con mis padres, a nadie le dije que realmente iba sólo. Necesitaba apartarme del mundo por muy huraña que pareciese mi decisión. Así que allí estaba en mi casita rural, ya de noche, necesitando descansar del duro viaje abrazándome a las mantas en esa frescas jornadas nocturnas del cantábrico.
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