sábado, 26 de septiembre de 2015

Sobre Cataluña y su campaña electoral


Se ha criticado hasta la saciedad el bajo nivel de los debates y discursos en esta jornada electoral catalana. Por la parte del gobierno español y cierta parte de los partidos opositores al independentismo, se ha incentivado el discurso del miedo basado en amenazas de lo que le pasaría a una Cataluña independiente. Por la parte independentista, se ha ido a un discurso frívolo y muy sentimentalista en el que han enarbolado la bandera de la independencia como el medicamento que curará todos los problemas de los catalanes.

Aun con todo, esta jornada electoral autonómica ha sido la que ha tenido mayor implicación de los líderes nacionales de todos los partidos, que durante dos semanas no se han movido de Cataluña para acompañar a sus respectivos candidatos. Es llamativo ver cómo al final el independentismo ha marcado el sentido electoral de los comicios. Al principio, los partidos anti-independencia negaron el carácter plebiscitario de estas elecciones que ERC, CDC y la CUP le otorgaban. No obstante, una vez dentro de la campaña, incluso el propio PP ha entrado en el juego de los independentistas y ha hablado de la necesidad de votar a partidos unionistas para que Cataluña no se separe.

La polarización de las elecciones en dos grandes frentes, han dejado fuera del discurso a aquellos que apuestan por una tercera vía, PSC y Catalunya Sí que es pot. Seguramente los miembros de Catalunya Sí que es pot han sido los que con mayor ansia estaban esperando el fin de la campaña electoral. Su intención de voto ha ido decreciendo cuanto más se iban acercando las elecciones. Antes del verano aparecían como segunda fuerza política, ahora las encuestas le dan un tercer puesto con un escaso 12%, poco más de dos puntos respecto a lo que consiguió ICV-EUiA en solitario en las anteriores elecciones. Se han quedado fuera de esta división del discurso y tampoco parece que Pablo Iglesias haya leído muy bien el parecer de la sociedad catalana. Resulta paradójico cómo Podemos en Cataluña haya accedido a hacer una sopa de siglas con Iniciativa per Catalunya e Izquierda Unida, método que habían criticado hasta la saciedad anteriormente; y que parece que lo han querido reflejar con el nombre de la candidatura, que da pereza de tan solo pensar en pronunciarlo. Podrían haber puesto a una persona carismática para combatir lo anterior, pero a cambio han puesto a Luis Rabell, persona desconocida y que ,por lo tanto, no atrae votos. Por falta de interés o exceso de confianza, los de Pablo Iglesias y Alberto Garzón se han quedado en tal situación que no tienen ni asegurado el tercer puesto, en clara disputa con el PSC de Miquel Iceta.

El frente secesionista (JxSí-CUP) y el frente unionista más centralista (C’s-PP) son los grandes beneficiados de esta división. Una división que va más allá de lo político y que en el palco del ayuntamiento de Barcelona durante su día grande se pudo ver con la disputa ridícula entre una estelada y una rojigualda. Los catalanes conforman una sociedad con alto nivel de desempleo y que ha padecido muchos recortes por parte de los que ahora les dicen que eso es problema de no ser independientes. Parece que todo se queda reducido a una guerra de banderas que no aportan nada más que ruido.

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