Sabía que una parte de mí quería volver a sus brazos, pero no quería que pasase lo que al final había sucedido. No tenía ganas de pensar en lo que había hecho. Me daba igual si estaba bien o mal, ya tendría tiempo para meditar sobre ello. Ahora no tenía más ganas que estar tranquilo y prepararme algo en la cocina para mi estómago agonizante.
En la cocina saqué un par de huevos para hacerme una tortilla. Mientras los batía, escuché mi teléfono sonar en el salón. Fui corriendo a contestar. Supuse que eran mis padres, pero para mi sorpresa era Chusa.
—¿Sí?—pregunté, aunque ya había visto en la pantalla del teléfono su nombre.
—¡Hola Leo! Soy Chusa, ¿Qué tal estás? Sé que estás en un pueblo de Asturias, pero no sé nada más de ti. Te he hablado mil veces por WhatsApp y no me contestas.
—Ya, es que la cobertura aquí es malísima...
—Bueno no pasa nada, tonto. ¡Te tengo que contar una cosa!
No era para sorprenderme escucharla decir éso. Siempre que me llamaba era para contarme algún chisme, rumor o desgracia ajena. Chusa tan sólo era una amiga para salir de fiesta, que no podía mantener nunca la boca callada, por lo que se convertía en la última persona a la que le contaría un secreto.
—Bueno mujer, pues haz de tripas corazón y cuéntamelo.
—Vale, vale. Creo que esta noticia te va a gustar. ¡Tu exnovio Roberto lo ha dejado con su novio!
—¿Sí? Vaya, no sabía nada—volví a mentir. Me haría gracia que ella pudiese ver que de quien hablaba estaba ahora mismo dormido en mi cama. Me salió una pequeña carcajada al pensarlo.
—Y lo mejor es que el novio le ha dejado para irse con otro.
—¿Cómo?
—Lo que te digo. Fue enterarme de la noticia y quedarme boquiabierta. Pero me alegro por ese hijo de puta después de lo que te hizo.
—No puede ser...—musité.
—¿Perdón?
—No, nada. Que muchas gracias por contármelo. Tengo que cenar, ya nos veremos cuando llegue a madrid. Un beso.
Colgué el teléfono y acto seguido me derrumbé en el suelo. Pensativo, con los ojos como platos. Estaba impactado por lo que acababa de oír. No me lo podía creer. Había sido tan despreciable como para mentirme y decirme que él era quien le había dejado y era por mí.
Me levanté, lleno de furia y fui a la cama. Él ya se estaba despertando. Cuando llegué, terminó de abrir los ojos al ver qué había encendido la luz.
—Hola...
—Coge tus cosas y vete de aquí—le solté sin rodeos-
—¿Cómo?
—¡Que te vayas de aquí!—empecé a gritar—¡Ya lo sé todo! ¡Ya sé que eres un mentiroso y que me has engañado en todo otra vez!
Se quedó paralizado y su tez se volvió blanca.
—Leo, no es lo que piensas. Te lo puedo explicar.
—¡No, no puedes, vete ya!
Le tiré su ropa a la cara y mientras se vestía, seguía insistiendo en que le escuchase. Yo lo único que hice fue empujarle hasta la calle en cuanto se vistió y mis únicas palabras hacia él fueron que se largase de este pueblo y que no quería volverlo a ver nunca.
En cuanto se fue de mi morada y de mi vida y estaba ya sólo, empecé a llorar. Lastimado, toreado y ,lo que más me dolía, engañado de nuevo por él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario