De las pocas cosas que no me gustaban de Asturias, se
colocaban primer puesto sus carreteras. Eran curvas y curvas rodeando las montañas
de los picos de Europa. Era terrorífico cada vez que veías a lo lejos aparecer
por una curva a un coche. Parecía que se iba caer entre aquellos giros tan
cerrados.
Para colmo, esa noche hacía un calor infernal. Estábamos
Mara y yo en su coche, un Renault rojo de aquellos versión lata sin aire
acondicionado ni nada parecido. Creía que no llegaba a Gijón vivo.
La gran idea de Mara era ir un bar de ambiente de Gijón. No
estaba lejos, a tan sólo unos cuarenta kilómetros, pero las altas temperaturas,
la falta de oxígeno y el mareo que me producían esas carreteras en zigzag me
hacía arrepentirme de ese viaje.
A mí particularmente los bares de ambiente nunca me han
gustado. Siempre que he ido a algún sitio de ésos y ver a tanto tío liándose
sin conocerse me ha dado algo de repugnancia. Los seres humanos tenemos
necesidades naturales como animales que somos, pero no es mi estilo desfogarme
con alguien que no quiero, no conozco y a lo mejor ni me sé su nombre. Aunque
no esté de moda, no me avergüenzo al decir que el sexo sin amor para mí no vale.
Necesito querer a alguien para juntar nuestros sentimientos y nuestros cuerpos.
Pero Mara había insistido porque, según ella, yo lo que
necesitaba era conocer a alguien. A lo mejor en eso tenía algo de razón. Tras
Roberto no había conocido a nadies más y encima su llamada de hace unos días me
había dejado bastante tocado.
—Ya estamos
—Por fin…—Exhalé al abrir la puerta de la coche intentando absorber
todo el oxígeno que pudiese.
Me había puesto una camisa blanca, unos pantalones piratas y
unas sandalias. Mara cuando me vio se horrorizó. Ella iba muy elegante con un
vestido color vainilla, para mi gusto más para una boda que para irse de
fiesta. Creía que no me iban a dejar pasar por ir como iba. Pero yo estaba
seguro que lo harían: Un chico joven y guapo siempre se le deja entra en un bar
de ambiente, aunque vaya en pijama.
Ya estábamos frente a
la discoteca, que en un rótulo de neón de color verde encima de la puerta ponía
“Adán y Adán, Men’s bar”. Íbamos a entrar cuando un gorila, el doble de ancho y
alto que yo, nos echó un vistazo. Se fijó detalladamente en cómo iba Mara y a mí
ni me miró, hasta que nos dejó pasar.
—No lo entiendo, ¿por qué me ha mirado a mi y no a ti si vas
hecho un adefesio?
Me limité a reír. Claramente, estaba acostumbrada a que ella
la dejasen pasar de cualquier manera en los sitios. Pero no caía en que aquí
quien interesaba era yo, no ella.
Justo cuando llegamos, una hilera de hombres me empezaron a
mirar. Me sentía como un cacho de carne y no había tardado ni un minuto de
cuando pasé.
—Vaya, vaya, si tienes audiencia ,Leo…
—Anda, anda vamos a algún sitio a sentarnos.
—¿Sentarnos? Ni de coña, nosotros vamos a bailar, capullo.
Me cogió y me metió en medio del gentío para bailar. En
verdad, no bailaba nada mal. Lo malo es que no dejaban de intentar ligar conmigo.
Cada poco tiempo nos interrumpía un tío para invitarme a una copa. Me entraron
de todo tipo: Musculosos, gaymers, monos, guaperas, canis, emos, incluso un oso
de cuarenta años que me dio bastante grima.
Con todos intentaba ser amable y la mayoría lo entendía y se
daba la vuelta bastante rápidamente, pero a alguno le tuve que cortar
tajantemente con un “Que te pires, feto”. Podía sonar cruel, pero la única
manera de quitármelos de encima.
A Mara no le gustó mucho lo que estaba haciendo. En teoría, estábamos
allí por mí. Afortunadamente, no le dio mucha importancia porque nos lo estábamos
pasando genial.
Cada vez bailábamos peor, pero el alcohol fluía bastante rápido.
No sé cuántas copas bebí esa noche porque perdí la cuenta.
—¡LEOOO!
—¿QUÉ?
—QUE ME VOY AL BAÑO
—¿QUÉEE??
—¡¡QUE ME VOY A MEAR!!
—AH, VALE
La verdad es que no entendí lo que me dijo, pero se fue
dirección al baño. Yo estuve ahí bailando sólo entre la gente y música alta a
punto de dar un traspiés en cualquier momento. Estaba mucho más bebido que
aquel día de la playa.
De repente entró en mi campo visual la cara de un chico que
me estaba mirando pero desde una distancia prudencial. Cuando le miré empezó a
andar rápidamente.
—¡EH! ¡EH!—Le empecé a gritar, y salí corriendo a seguirle. No
sé por qué, pero quería saber quién era y por qué me miraba.
Él sintió que le seguía y empezó a acelerar el paso. Iba de
un lado para otro para ponérmelo difícil. Tenía que sortear personas y parejas
para llegar a él. Finalmente, justo antes de que saliese del bar, le alcancé.
Le cogí del brazo como única manera que veía de pararle
justo cuando estaba al lado de la salida. Fue entonces cuando se giró y aquel
desconocido me besó. Me dejó paralizado y más atontado de lo que ya me había
dejado el alcohol.
Aquel a quien perseguí y me regaló sus labios, pasó la puerta de salida sin decirme por qué huyó de mí y por qué al final hizo lo que hizo.
Aquel a quien perseguí y me regaló sus labios, pasó la puerta de salida sin decirme por qué huyó de mí y por qué al final hizo lo que hizo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario