—¡Venga, vamos! ¡Tenemos que salir
ya!
—Déjame que estoy muy agustito...
—¡Pues tú sabras, pero como no
salgamos antes de las once, nos cobran otra noche!
—Vale, vale, ya me levanto—salí de
un brinco de la cama. Me costó trabajo mantenerme en pie con el
cansancio y todo lo que había bebido esa misma noche.
Nos vestimos rápido sin apenas parar.
Mara era la única de los dos que hablaba y siempre era para meterme
prisa. Después de todo, nos dio tiempo a vestirnos y salir de allí.
A las once menos cinco estábamos en
recepción entregando las llaves.
—¿Qué tal la noche? ¿Ha sido de su
gusto?—Nos dijo la recepcionista con la ceja derecha levantada. No
podía ser, creía que eramos una pareja.
—Ah no, si no somos...
—¿Cómo que no?—me interrumpió
Mara con un codazo en el costado—Cariño, ha sido perfecta, no
mientas. Tienen una posada muy íntima—sonrió a la recepcionista.
—Vaya muchas gracias, me alegro de
que nuestros servicios hayan sido de su gusto—le devolvió la
sonrisa.
—Bueno cielo, vayámonos ya—dijo
cogiéndome de la mano.
—Va... vale—tartamudeé.
En cuanto salimos por la puerta, nos
empezamos a reir.
—¿Pero qué coño? ¿Qué se te ha
pasado por la cabeza?
—No me culpes a mí, culpa a los
hombres que no quieren pasar la vida conmigo y me obligan a montar
estos espectáculos—se echó las manos a la cabeza de manera
teatral.
—¡Puta loca!—me eché a reír
—Shhh, a callar. Vamos al coche.
Nos metimos en el coche. Tuvo que girar
un buen rato la llave de contacto para que el coche arrancase. En
cincos minutos ya etábamos en medio de la carretera, rodando y
rodando por carreteras serpenteantes.
—Bueno, ahora cuéntame—giró
durante un momento su cabeza hacia mí—, ¿Quién era el de ayer?
—¿Qué?—pregunté extrañado, pero
acto seguido me dí cuenta a quién se refería—Vale, ya sé de qué
hablas.
Se echó a reír, tuvo que parecerle
graciosa la situación, supuse, pero a mí me resultó muy extraña.
—Y dime, ¿cómo se llamaba?
—Pues no lo sé...
—¿No lo sabes?—se volvió a
girar—¿Pero qué tipo de pelandrusca se esconde detrás de ti,
Leo?—soltó con malicia.
—Mira estaba fatal. No sé lo que
hice, pero por algún motivo me fui corriendo hacia él cuando ya se
iba y justo cuando ya iba a salir, nos besamos. Fue muy raro.
—Vaya... Pues sí que es raro—soltó
con toda la naturalidad del mundo—. Personalmente, creo que el beso
fue especial.
—¿Por qué?
—Porque desde que pasó eso, no has
parado de sonreír ni un solo momento.
Tenía razón, me encontraba como nuevo
por dentro. Como si mi espíritu hubiese renacido. ¿Desde cuándo
podía hacer eso un beso? En mí era la primera vez que lo hacía.
—Ya estamos en casa—soltó Mara. Ya
estábamos de vuelta en Tazones. Se acercó a mi casa. Para mi
desgracia, allí había alguien que no me quería encontrar ni aquí
ni en ningún sitio. Aquel que me dejó hundido en la miseria y se
acabó yendo con otro: Roberto. Sólo con verle, mi sonrisa se cayó
de mi cara y los problemas que quise abandonar volvieron a surgir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario