Hubo muchos días en los que Mara estuvo pensando en qué
hacer. Si decirle todo a Elisa o simplemente callarse. Al final la convencí
de que ella intentase actuar por un tiempo, que aquellas cosas se acababan
sabiendo, tardase más tiempo o no.
—Mara, confía en mí, al final se enterará.
—¿Cómo puedes estar tan seguro?—Me rebatió— Si ha sido capaz
de engañarla durante quién sabe desde cuándo, nada viene a decir que ahora se
vaya a sincerar con ella.
—Pero habrá rumores, porque al final se enterará el resto de
gente y finalmente ella se enterará.
—Pero no tiene por qué pasar. No todo se sabe al final.
—Sí, sí que se sabe—Sentencié. Le arrebaté la mirada, estaba
recordando cosas que intentaba por todos los medios olvidar.
—Leo, ¿Qué te pasa?—Se inclinó hacia mí. Estaba descubriendo
en una reacción miles de sentimientos escondidos que albergaba dentro.
No la contesté. Me encontraba demasiado frágil y dañado como
para poder contestarla. Simplemente fijé mis ojos en una baldosa del suelo.
—Creo que ya va siendo hora de que dejes de mostrarte
huidizo conmigo cuando te pregunto por qué estás aquí. No es normal que un
chico de diecinueve años de Madrid se
compre una casa en un pueblo perdido…
—Fue por una herencia…—La interrumpí.
—Sí, lo sé, me lo has contado, pero no quiere saber cómo la pagaste. Ya sé eso y no tienes pinta de pasar droga, si ni le has dado una
calada a un porro en las quedadas de la playa. Lo que quiero saber es qué
motivo es el verdadero para que tú quisieses llegar a aquí. No soy tonta y no
eres un amante de la naturaleza, la razón de que estés aquí no la sé, pero creo
que me la tienes que contar.
De repente su mirada me punzaba la cabeza. Mantuve el
silencio un rato, reorganizando ideas para explicarle todo lo que
debería contar.
Tomé un respiro y finalmente me dispuse a hablar.
—Verás, Mara…—Comencé—Estuve saliendo con un chico, se
llamaba Roberto. Salimos juntos dos años. La verdad es que todo iba genial, nos
queríamos y éramos uña y carne. Pero un día empezó a mostrarse más lejano
conmigo. Al principio no le di importancia. Llevábamos mucho tiempo juntos y me
parecía normal que a veces pudiese estar menos comunicativo. Pero la distancia
se alargó cada vez más. No sabía lo que pasaba. Me sentía sólo y prefería no contárselo
a nadie. Tenía la sensación de que si lo hacía, mi pesadilla se convertiría en
lo que realmente era. Al final veía que la gente hablaba hablaba a mis espaldas y ya sí que
empecé a preocuparme de verdad. Escuchaba cosas espantosas, así que acabé
hablando con Roberto. Le pregunté que le pasaba y no tardó en contestarme:
Estaba con otro. Me dijo que no sabía cómo decírmelo, pero que le quería a él y
que a mí ya tan sólo me veía como un amigo. Rompí a llorar y le di una torta.
Me largué corriendo y no le volví a ver.
Las lágrimas, contenidas en mis párpados, comenzaron a
rebosar mis mejillas. Había sufrido tanto y callado aún más que intentaba
sobreponerme siempre, pero cuando hablaba de lo que pasó, era inevitable que me
pusiese así.
—Cariño…—Me abrazó Mara, intentando consolarme— ¿Entonces
por eso te compraste esta casa? ¿Para huir?
—Al final me ha servido para eso, pero en un principio la
compré cuando los dos seguíamos juntos. Para tener un lugar donde pudiésemos
estar los dos juntos. Un lugar de escapada para verano y los fines de semana.
—Vaya… Pero mira, no me seas tonto si al final estás
teniendo un verano buenísimo conmigo idiota—Me puso una sonrisa burlona y al
final me reí.
—En eso tienes razón, me ha ayudado mucho conocerte.
Me sonrió bondadosamente. Le gustó mucho que viese en ella a
una amiga de las que valen la pena.
—Pues mira, ya que me has contado eso, te voy a contar yo
una de mis desventuras.
Abrí los ojos, totalmente repuesto, interesado por lo que
ahora me pudiese decir.
—Empiezo—Carraspeó—. Hace muchos años cuando tenía unos dieciocho
años, estaba viviendo en París. Y allí conocí a François, quien fue al final mi
novio. Mi primer novio—Remarcó—. Estaríamos un año saliendo y bueno, al final
me dijo que no sentía lo mismo que antes y me dejó.
—Vaya… ¿Y ya está?
—No, no, espera—Me interrumpió—, que aún no he acabado. Poco
después me llamó, llorándome, creyendo que no me quería, pero que realmente sí
lo hacía. Me pidió volver, me lo pensé. Sé que no debería haber vuelto, pero a
quién voy a engañar, seguía enamorada.
—¿Y luego qué pasó?
—Pues que estuvimos dos semanas más juntos, fuimos a
Eurodisney y todo, pero acabamos dejándolo. Le dije un día mil cosas bonitas y él no
sabía qué contestarme. Él se sintió mal por no decirme todo aquello que él sentía
por mí. A parte de eso, teníamos muchos problemas sin solucionar, así que me
pidió un tiempo. Le dije que no porque ya prefería olvidarle
antes de estar así continuamente. Justo un día después de dejarlo le vi tonteando
con una chica en Laissè, una red social francesa, la chica se llamaba Judith.
Le pedí explicaciones y me dijo que él no me quería guardar luto, pero yo no
pedía eso, simplemente me parecía pronto como para ver ya quisiese estar con otra.
—¡Menudo hijo de puta!—Salté asombrado.
—Ni que lo digas… A esa chica él no lo conocía de nada, pero
la tenía como amiga en Laissè. Yo lo sabía porque vi días antes que la tenía
como nueva amiga. Me callé porque no quería parecer celosa y a veces lo era
bastante con él—Reconoció—. Tras eso, acabé perdonándolo, aunque no le volví a
ver, se lo dije por teléfono. Cuando ya había pasado más de medio año, ya no le
quería. Recordaba lo bonito, pero nada más. En ese momento uní cabos. Y
entonces me di cuenta que quería un tiempo para irse con la tal Judith y si le
iba mal la cosa con ella, poder volver conmigo.
—Será desgraciado… ¿Y supiste algo más de él?
—Pues al principio de la ruptura hablábamos, pero al final
no, era demasiado irrisorio que encima al final acabásemos siendo amigos. Sé
que a la tal Judith la invitó a cenar, pero no pasó nada. Ella no quiso nada
con él, así que se convirtió en un verdadero pagafantas. Lo último que supe de él
fue que conoció a una chica en una fiesta, la llevó a su casa y el día
siguiente cuando se despertó, ella ya no estaba. Al parecer le desvalijó la
casa y encima le pegó la gonorrea.
Comencé a reírme a carcajadas. Acabé llorando, pero ahora
por la risa. Mara también empezó a reír conmigo.
—Sabía que así conseguiría que volvieses a ser el Leo que
tanto me gusta. No estés triste por lo que te hicieron, porque nadie merece que
lo estés. Y si aún así lo estás, recuerda que al final le olvidarás y lo único
que harás será reírte de lo tonto que eras y aún más de lo que fue él. Todo
pasa, aunque creamos que no es así, te prometo que todo acaba pasando.
Me tiré hacia ella. Necesitaba abrazarla.
—Gracias Mara—Levanté mi cabeza para decírselo.
Ella continuó el abrazo. Se había convertido en un
tiempo récord la mejor amiga que había tenido. No por lo que hacía, ni por lo
que decía, sino porque simplemente estaba ahí.
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