martes, 11 de septiembre de 2012

Vacaciones en el norte (5) "Lluvia"

Hoy era uno de esos días en los que odiaba Asturias. Estaba jugando a las cartas con Mara cuando empezó a caer grandes gotas de agua del cielo. Apenas nos dió tiempo a recoger las cartas e irnos, pasó de ser una tarde soleada a otra totalmente lúgubre.Nos escondimos en un granero, que era el sitio más cercano para resguardarnos. Fuimos corriendo allí, pero de poco sirvió, ya estábamos empapados.
-¡Las cartas no se han mojado! Dije mientras las tiraba al suelo y me goteaba hasta la punta de la nariz. Mara empezó a reírse y yo la seguí, nuestra huída de la lluvia fue extremadamente cómica como para no hacerlo. Fue en ese momento en el que los dos nos callamos, estábamos oyendo unos ruidos dentro del granero, parecían provenir de detrás de un montón de paja que había a nuestra izquierda. Eran gritos y risas de un hombre y una mujer. No tardamos en mirarnos a la cara sorprendidos, no quedaba duda de que al lado había una pareja practicando sexo.
Le hice un gesto a Mara para que nos marchásemos cuanto antes de allí, en cualquier momento podrían salir y no tenía ganas de encontrarme con tal panorama, pero ella sí parecía interés por saber quién estaba al otro lado, así que se acercó sigilosamente a la zona de donde venían todos esos peculiares gemidos. Subió un par de montones de paja que estaban colocados a distintas alturas y asomó un poco la cabeza para ver a las dos personas que estaban allí. Por suerte, estaban a lo suyo y pudo mirar sin que se diesen cuenta de que no estaban sólos.
Tras mirar y bajar de los montones de paja, pude ver su cara, estaba totalmente blanca y parecía que lo que acababa de ver no había sido algo agradable. A continuación salimos del granero y fuimos a mi casa en silencio mientras la lluvia ,aún presente, nos volvía a mojar.


Ya en casa saqué unas toallas para secarnos e hice un poco de chocolate caliente. Mara se sentó en un pequeño sofá verde que había en el salón y allí se quedó pensativa, sin musitar una palabra hasta que aparecí llevando en una bandeja dos tazas de chocolate y unas pastas. -¿Qué pasa Mara? Ya me puedes decir quienes estaban follando, sean quienes sean. Ella me miró a los ojos y rompió a llorar, pero se intentó reponer y me empezó a contar. -Quienes estaban en el granero eran Erio y Luz. -Si Erio estaba prometido con Elisa... vale, mierda. Me quedé impresionado, Elisa y Erio era una pareja que desprendían mucho amor y hace poco que se habían prometido.
-¿Y ahora qué hago yo? Elisa es mi amiga y no quiero que se case con un canalla así, pero Luz también lo es y aunque haya hecho éso no deja de serlo. -Ahora tranquilizate ¿Sabes lo que vamos a hacer? Te vas a quedar a dormir y nos vamos a poner a ver comedias románticas malas con una gran artillería de palomitas. Ella me sonrió debilmente en forma de asentimiento. Estaba muy afectada, era la típica situación de la que te gustaría enterarte el último. Fui a preparar las palomitas, pero ví que no quedaba ni un mísero sobre de ellas, así que avisé a Mara de que salía y bajé al ultramarinos antes de que cerrasen.


Ya en la pequeña tienda me encontré a Micael, llevaba una cesta de compra con muchas cosas. -¡Leo! ¿Cómo va todo? Me saludó con la mano mientras se acercaba a mí. -Hola Micael, pues aquí comprando unas palomitas para ver una peli, que con la lluvia no se puede hacer otra cosa. -Ya, es lo que odio de este pueblo, su clima paranoico, bueno me tengo que ir ya, con la lluvia no me gusta conducir de noche, ya quedaremos cuando vuelva. -Vale, estupendo, que te lo pases bien y ten cuidado. -Gracias, lo tendré. Se fue a pagar y salió rápidamente de la tienda. Cada vez me parecía más atractivo, pero por desgracia igual de heterosexual y por lo tanto igual de inalcanzable.

Compré un paquete de palomitas de mantequilla y volví a casa. Vimos tres comedias francesas. No me gustaba el cine europeo, pero en lo que se refiere a películas de humor los franceses tienen un humor mucho más parecido al nuestro. Ésa noche pensé dónde iría Micael, no me lo había dicho. Era tan sumamente misterioso, que mi interés en qué haría esos días apartó de mi cabeza los cuernos que le habían puesto a la pobre Elisa.

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