domingo, 26 de mayo de 2013

Vacaciones en el norte(11) "Adán y Adán"


De las pocas cosas que no me gustaban de Asturias, se colocaban primer puesto sus carreteras. Eran curvas y curvas rodeando las montañas de los picos de Europa. Era terrorífico cada vez que veías a lo lejos aparecer por una curva a un coche. Parecía que se iba caer entre aquellos giros tan cerrados.

Para colmo, esa noche hacía un calor infernal. Estábamos Mara y yo en su coche, un Renault rojo de aquellos versión lata sin aire acondicionado ni nada parecido. Creía que no llegaba a Gijón vivo.

La gran idea de Mara era ir un bar de ambiente de Gijón. No estaba lejos, a tan sólo unos cuarenta kilómetros, pero las altas temperaturas, la falta de oxígeno y el mareo que me producían esas carreteras en zigzag me hacía arrepentirme de ese viaje.

A mí particularmente los bares de ambiente nunca me han gustado. Siempre que he ido a algún sitio de ésos y ver a tanto tío liándose sin conocerse me ha dado algo de repugnancia. Los seres humanos tenemos necesidades naturales como animales que somos, pero no es mi estilo desfogarme con alguien que no quiero, no conozco y a lo mejor ni me sé su nombre. Aunque no esté de moda, no me avergüenzo al decir que el sexo sin amor para mí no vale. Necesito querer a alguien para juntar nuestros sentimientos y nuestros cuerpos.

Pero Mara había insistido porque, según ella, yo lo que necesitaba era conocer a alguien. A lo mejor en eso tenía algo de razón. Tras Roberto no había conocido a nadies más y encima su llamada de hace unos días me había dejado bastante tocado.

—Ya estamos

—Por fin…—Exhalé al abrir la puerta de la coche intentando absorber todo el oxígeno que pudiese.

Me había puesto una camisa blanca, unos pantalones piratas y unas sandalias. Mara cuando me vio se horrorizó. Ella iba muy elegante con un vestido color vainilla, para mi gusto más para una boda que para irse de fiesta. Creía que no me iban a dejar pasar por ir como iba. Pero yo estaba seguro que lo harían: Un chico joven y guapo siempre se le deja entra en un bar de ambiente, aunque vaya en pijama.

Ya estábamos frente  a la discoteca, que en un rótulo de neón de color verde encima de la puerta ponía “Adán y Adán, Men’s bar”. Íbamos a entrar cuando un gorila, el doble de ancho y alto que yo, nos echó un vistazo. Se fijó detalladamente en cómo iba Mara y a mí ni me miró, hasta que nos dejó pasar.

—No lo entiendo, ¿por qué me ha mirado a mi y no a ti si vas hecho un adefesio?

Me limité a reír. Claramente, estaba acostumbrada a que ella la dejasen pasar de cualquier manera en los sitios. Pero no caía en que aquí quien interesaba era yo, no ella.

Justo cuando llegamos, una hilera de hombres me empezaron a mirar. Me sentía como un cacho de carne y no había tardado ni un minuto de cuando pasé.

—Vaya, vaya, si tienes audiencia ,Leo…
—Anda, anda vamos a algún sitio a sentarnos.

—¿Sentarnos? Ni de coña, nosotros vamos a bailar, capullo.

Me cogió y me metió en medio del gentío para bailar. En verdad, no bailaba nada mal. Lo malo es que no dejaban de intentar ligar conmigo. Cada poco tiempo nos interrumpía un tío para invitarme a una copa. Me entraron de todo tipo: Musculosos, gaymers, monos, guaperas, canis, emos, incluso un oso de cuarenta años que me dio bastante grima.

Con todos intentaba ser amable y la mayoría lo entendía y se daba la vuelta bastante rápidamente, pero a alguno le tuve que cortar tajantemente con un “Que te pires, feto”. Podía sonar cruel, pero la única manera de quitármelos de encima.

A Mara no le gustó mucho lo que estaba haciendo. En teoría, estábamos allí por mí. Afortunadamente, no le dio mucha importancia porque nos lo estábamos pasando genial.

Cada vez bailábamos peor, pero el alcohol fluía bastante rápido. No sé cuántas copas bebí esa noche porque perdí la cuenta.

—¡LEOOO!

—¿QUÉ?

—QUE ME VOY AL BAÑO

—¿QUÉEE??

—¡¡QUE ME VOY A MEAR!!

—AH, VALE

La verdad es que no entendí lo que me dijo, pero se fue dirección al baño. Yo estuve ahí bailando sólo entre la gente y música alta a punto de dar un traspiés en cualquier momento. Estaba mucho más bebido que aquel día de la playa.
De repente entró en mi campo visual la cara de un chico que me estaba mirando pero desde una distancia prudencial. Cuando le miré empezó a andar rápidamente.

—¡EH! ¡EH!—Le empecé a gritar, y salí corriendo a seguirle. No sé por qué, pero quería saber quién era y por qué me miraba.

Él sintió que le seguía y empezó a acelerar el paso. Iba de un lado para otro para ponérmelo difícil. Tenía que sortear personas y parejas para llegar a él. Finalmente, justo antes de que saliese del bar, le alcancé.

Le cogí del brazo como única manera que veía de pararle justo cuando estaba al lado de la salida. Fue entonces cuando se giró y aquel desconocido me besó. Me dejó paralizado y más atontado de lo que ya me había dejado el alcohol.

Aquel a quien perseguí y me regaló sus labios, pasó la puerta de salida sin decirme por qué huyó de mí y por qué al final hizo lo que hizo. 

miércoles, 15 de mayo de 2013

Vacaciones en el norte(10) "Zumo de tomate"


Me daba vueltas la cabeza. La noche pasada parecía demasiado lejana y no sabía cuánto tiempo pasaba desde que estaba ahí. Lo único que sabía era que estaba en mi cama llena de mi propio sudor y desnudo, excepto por calzoncillo bóxer que cubría mi entrepierna.
Estaba matado y dolorido. Tenía la sensación de que mi colchón estaba hecho de piedras. Estaba tan incómodo, que me levanté de la cama como pude.

Salí de la habitación y llegué al salón donde la presencia de alguien me sorprendió más de lo que debería haberlo hecho.

—¡AH!—Grité.
No podía ser cierto lo que veía mis ojos. En mi sofá estaba Micael dormido. No tenía ni idea de qué hacía allí y qué había podido pasar la noche anterior para esto. Di tal grito que el pobre despertó de un salto.

 —¿QUÉ PASA? ¿QUÉ PASA?—Balbuceaba exaltado.

—Perdón, perdón… es que me he asustado al verte. Creía que estaba sólo.

—Pues no, no lo estabas… ¿No te acuerdas de nada de anoche verdad?—Me dijo arqueando una ceja.

—Pues no, no me acuerdo, ¿Debería?

—Tal y como estabas sería difícil que cualquiera recordase algo.

—¿Pero qué ha pasado aquí? ¿Por qué estás en mi casa?—Ya me estaba poniendo nervioso. No sabía qué hacía allí Micael y me estaba imaginando suceso muy erótico-festivos que podía haber pasado entre los dos.

—¿Yo? Si me debes una, encima. Ayer te emborrachaste hasta los límites y encima creo que le metieron un poco de hierbita a la shisha. Estabas fatal y bueno te alejaste un momento porque te llamaron al móvil y no sé por qué, pero te echaste a llorar en ese momento—Me miró a los ojos un momento como si buscase una explicación al porqué de mis lágrimas por esa llamada—. Pero bueno que te vi muy mal y te acompañé a casa. —Sentenció.

Entonces me acordé de todo, de la shisha con marihuana a traición, de todo el alcohol que bebí y sobre todo de la llamada de Roberto. Esa llamada me había desconcertado. No entendía que después de tantos meses tras dejarme tirado, quisiese volver conmigo. Pensar en ello dio aún más dolor a mi pobre cabeza, que ya estaba bien aquejada por la resaca.

Me empecé a tambalear, me dolía todo el cuerpo y no aguantaba más de pie. Parecía un árbol víctima de un viento feroz que intenta arrancarle de cuajo las ramas.
Micael fue a por mí y me llevó a que me sentase en el sofá.

—Venga ponte aquí que te voy a preparar un zumo de tomate, que es mano de santo para la resaca.

Tal fue mi expectación al verle en mi casa que no me había dado cuenta de que estaba en ropa interior. Llevaba unos slips blancos. La verdad es que se le notaba todo y no dejaba nada a la imaginación.
Tuve que coger un cojín, pues al parecer no eran sólo mis ojos a los que les había gustado tal escena.
El rato que estuve sólo en el salón no sabía qué hacer. Sentía que había mineros picando piedra dentro de mi cabeza. Maldita resaca, pensé.
Micael se dio bastante prisa en venir. Al parecer era bastante manitas con la cocina.

—Tómatelo entero.

—Pero es que no me gusta el tomate—Se me había quedado la cara agria al probarlo—, está asqueroso.

—Pues el tomate es buenísimo, además no es una verdura, es una fruta si te fijas en sus propiedades. Se le llama hortaliza porque siempre se ha cultivado en los huertos, pero realmente es parte de la familia de las fructosas. Así que venga, trágatelo que sino la resaca te va a durar dos días.

Me lo bebí a la fuerza. No me gustaba nada. A casi toda la gente que no le gusta la fruta, le suele gustar el tomate frito y el ketchup, o al menos el ketchup. Pero yo, como para todo, era único y no me gustaba absolutamente nada que llevase tomate, aunque fuese una salsa que tuviese más aditivos y colorantes que tomate.

—Más vale que se me pase.

—Ya verás que sí—Me dijo con una de sus perfectas sonrisas.

—Muchas gracias por hacerte cargo ayer de mí.

Se limitó a sonreírme al modo de un No-hay-de-qué.

Se había portado tan bien. O mejor dicho, se portaba tan bien conmigo siempre. Después de lo que le solté lo de sus escapadas misteriosas, no me guardaba ningún rencor. Me seguí sintiendo aún mal por ello. Pero él, con una ternura digna de estudio, lo había olvidado.

¡BRRRR! ¡BRRRRR!
—Ése es mi móvil.

—Pero si estamos en otra habitación, cómo se puede escuchar la vibración hasta aquí…—Dijo sorprendido. Mi Nokia del año de la tana sería muy viejo y muy desfasado, pero era más duro y tenía más fuerza que un toro.

Cogí el teléfono y me senté en mi cama, mientras Micael estaba allí con el café con leche que previamente se había preparado en mi cocina.

—Micael, me acabo de despertar, menudo pedo me pillé ayer, ¿Cómo estás?—Como no, era Mara.

—Pues cagándome en vosotros… ¿Cómo coño le echasteis maría a la cachimba? Si estuve todo el rato mirando.

Se intentó aguantar la risa, aunque a mí no me hacía ninguna gracia.
—Bueno, bueno, ya sabes, cada maestrillo tiene su truquillo.

—Sí, ya…

—Anda, no me seas idiota, que fue una broma. Además como compensación se me había ocurrido un plan especialmente hecho para ti para dentro de un par de días.

—¿Un plan para mí?—Solté con cierto sarcasmo.

—Que sí… ¿Te lo cuento o no?

—Venga, vale, soy todo oídos…