Menos en las elecciones europeas
y en las elecciones municipales, en el resto de las elecciones (Autonómicas y
Generales que son las elecciones más importantes del país) los partidos más
grandes, PP y PSOE, se benefician de un sistema electoral bastante injusto.
Ello ha beneficiado en estas
elecciones del 22 de marzo de 2015 increíblemente a Susana Díaz, pese a haber
obtenido 100.000 votos menos que lo que sacó su partido en los anteriores
comicios y pese a haber votado 141.132 personas más.
Es verdad que esto es culpa del
sistema electoral, pero no por ello de la Ley D’Hont, a la que le suelen
atribuir la culpa de todo, sino al sistema de circunscripciones que provoca que
el voto de cada persona no valga lo mismo, sino que el valor de su voto se
quede muy condicionado a donde viva, teniendo más posibilidades de que su voto
tenga representación si vive en una circunscripción con mucha población y
bastantes menos si vive en alguna con una representación reducida.
Con 8 circunscripciones como es
el caso de Andalucía, es muy fácil que la pluralidad de lo votado no quede
debidamente representado y que se aparte a partidos que han tenido menos votos
(Podemos, Ciudadanos e IU).
El bipartidismo se frota las
manos con un sistema electoral como el actual, les permite que el votante
perciba con mucha menos facilidad el cambio de voto y con ello intentan que se
resignen a votar a los dos partidos grandes o bien a abstenerse.
El bipartidismo se queda sobrerreprentado,
acumulando ochenta actas de las 109 del parlamento andaluz, es decir, un 73%
del total del parlamento cuando apenas alcanzan el 61% de lo escrutado. Es
innegable que el bipartidismo existe y los resultados de estas elecciones
resalta que muchos están lejos de alcanzar el cielo por asalto, pero es una
representación absolutamente desproporcionada.
Si en vez de 8 circunscripciones,
hubiera sólo una, sin trastocar nada más de la ley electoral, los resultados se
adaptarían mejor a la realidad social. Susana Díaz, pese a haberse comprometido
su partido con IU a cambiar, no abrió el melón de una necesaria reforma
electoral.
Con una única circunscripción, la
cual parece la mejor medida y no trastocaría la representación de ningún
territorio al hablar de una única región, esta situación se revocaría. PP y
PSOE pasarían a tener 73 diputados y su resultado se ajustaría mejor a lo
votado, mientras que los otros tres partidos de la cámara ganarían esos siete
diputados y quedarían debidamente representados, ganando tanto Podemos como
Ciudadanos dos diputados más y permitiría a Izquierda Unida, que por haber sido
desgraciadamente el partido con representación menos votado ha sido el más
damnificado por la ley electoral, pasaría de 5 diputados a 8. Ésta sería una
manera de que la representación en el Parlamento Andaluz fuera mucho más
parecida a lo que la gente quiso decidir en las urnas.
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