
Para un chico de quince años no
era fácil dejar visibilizar lo que sentía, pero finalmente tuvo que dar el
paso. Primero con unos, luego con otros, pero a las personas de su confianza
tenía que contarles que era homosexual, porque eso era parte de él.
Este chico no tuvo muchos
problemas comparado con un chico gay o una chica lesbiana de hacía veinte años.
Política y socialmente ya se había avanzado bastante. Aunque aún había que
cambiar muchas cosas, siempre sabía que iba a tener que superar barreras y
podía haber gente que tuviera prejuicios, pero en cuanto se dijo para sí quién
era, el resto parecía mucho más fácil de superar.
No obstante, era un chico de una
ciudad mediana donde nunca había visto en aquel momento por allí algo que le
sirviese de ayuda para poder encarar todo aquello que veía que ya era imposible
de negar. Su referente era la televisión. Una televisión que cada verano
mostraba carrozas, hombres con ropa sado y hombres trasvestidos, pero le
faltaba ver a gente que fuese parecido a él. Esta situación, le llevaba a creer
que tenía que ser para ellos, lo cual le generaba un profundo dilema, porque
siempre se había sentido bien con su forma de ser, su manera de vestir...
Quizás ese fue de uno de los principales
baches que tuvo, intentar romper tópicos que él aún no sabía que realmente lo
eran. En su continuación de reafirmación de ser hubo un momento en el que pese
a ser gay se sintió como alguien que no tenía nada que ver con el colectivo
LGTBI.
No se veía como la imagen que le
daba la sociedad que le tenía que dar y por otra parte veía que algunas
asociaciones no luchaban contra la percepción estigmatizada que tenía alguna
gente de la sociedad. Este chico se dio cuenta de que él no era el único que no
pasaba por aquellos filtros.
Finalmente fue conociendo a personas que se
salían de lo que la tele le hacía pensar. Casi ninguna lesbiana, gay o bi se
enmarcaba dentro de lo que la caja tonta le hacía pensar. Cada persona era
distinta y tenía una actitud desigual ante el mundo que le rodeaba. Sus sueños
eran distintos y estaban lejos de lo que muchas veces los medios de masas a
través de sus noticias, pero también de sus producciones audiovisuales,
intentaban dar a conocer.
Si bien es cierto que con el
tiempo vio que aquella verdadera realidad se empezaba a dejar ver tímidamente en
los medios, la tónica seguía siendo la misma.
También se dio cuenta de que tampoco toda la gente que pasaba por el
orgullo allí era así, sino que tan sólo era lo que los medios sacaban.
El homosexual atractivo
interesado por su cuerpo que le gusta lucirse es cierto que existe, pero como
también existen heterosexuales con los
mismos patrones. Por ello es curioso que siempre predominen algunas figuras en
el mundo LGTB, mientras que éstas no son las predominantes en el mundo hetero.
También me hace pensar que si yo
no me siento totalmente representado en algo así, pienso que una mujer
lesbiana, bisexual o transexual no lo estará en la mayoría de las ocasiones. Se
ha dado un mensaje machista en el
sentido de esta celebración. Las mujeres apenas aparecen y parece que es algo
más propio de hombres cuando ves que las carrozas están llenas de hombres en su
práctica totalidad.
Es curioso además que una serie
de reivindicaciones sea fomentada por la empresa privada. Las carrozas en su
gran mayoría tienen publicidad de algún tipo de empresa, muchas veces de la trama
empresarial LGTB de Madrid, el primer interesado del Orgullo que se ofrece.
En este sentido las asociaciones
organizadoras tienen bastante culpa de hacer muchas veces lo que al
empresariado gay le interesa. Pese a que el Orgullo ha sido históricamente el
28 de junio, este año en Madrid se va a realizar el primer fin de semana de
julio. Este año se ha visto claramente cómo los intereses del Dios Dinero se anteponen
a la lucha de derechos, al trasladar la fiesta una semana después—mucha gente
está de vacaciones y se puede trasladar más fácilmente desde otros puntos de
España—, pese a que el
28 de junio haya sido sábado.
Cuando hace unos meses la
alcaldesa Ana Botella fue a Berlín para fomentar el turismo gay en la capital
no me extrañó en absoluto. Sus declaraciones de “Peras y manzanas” no la
impidieron ir a la capital alemana para vender aquello. Su objetivo no era
reivindicar los derechos LGTBI, sino intentar fomentar el sector turístico en
su ciudad. Hemos llegado a un punto en el que una reconocida homófoba puede
llegar a vender paquetes vacacionales a homosexuales.
El dinero mueve el mundo de
muchos y los prejuicios se transforman en oportunidades cuando se pueden llenar
varias carteras. En el resto de luchas sería inimaginable un control tan alto
de la empresa privada. No entraría en la cabeza de nadie que una manifestación pro
aborto fuera patrocinada por una clínica abortista. El hecho le quitaría
credibilidad a un asunto tan serio.
Igual pasa en el Orgullo que se
celebra en Madrid. Hay mucha gente que va por fiesta, no porque allí se
reivindique algo. No me parece mal combinar una manifestación con un acto
festivo, pero que la fiesta se imponga sobra la manifestación puede suponer que
la reivindicación se diluya.
Es verdad que existe un orgullo
crítico que lucha en parte con todo lo que estoy diciendo, pero por desgracia
no es el que la gente llega a conocer, ni la gente que no iría al Orgullo
normal por lo que acabo de decir. El que
tiene publicidad es el comercial, el televisivo y el muchas veces estereotipado.
Los del crítico son los que además de
sufrir el silencio de los medios—incluso de medios LGTB— son maltratados por
las instituciones, al no permitirles que su manifestación pase por el trayecto que
quieren y fijarles la ruta de la propia protesta. Es el orgullo que no da
ingresos y al que a los gobiernos del PP no le interesa.
Mientras tanto, hay muchos LGTBI
que por desconocimiento de que existe el crítico y su animadversión ante el
oficial siguen sin salir a la calle. Gais, lesbianas, bisexuales y transexuales
que no se ven representados y en más de una ocasión se sienten ocultados.
La realidad televisada no es
falsa, pero no se puede limitar a un colectivo tan amplio y heterogéneo con la
aplicación de unos mismos patrones que suelen ser minoritarios. Cada persona es
distinta y su comportamiento también.
El orgullo tiene que ser la
plasmación de una lucha. Tiene que ser el Orgullo de todos, no el orgullo de
los empresarios de Chueca. Se necesita el Orgullo tanto como se necesita el día
de la Mujer o el día del Trabajo, pero debe ser de otra manera.
Si se quiere un orgullo en el que
haya personas que no se sientan identificadas, las asociaciones organizadoras
no se podrán quejar de que haya intolerancia dentro del colectivo. Tener como
enemigo a un LGTBI porque no se le ha dado un mensaje de que ese también es su
orgullo y no el de unos estereotipos y lobbies económicos puede suponer una
involución en la percepción dentro y fuera del colectivo.
La lucha LGTBI trata tres cuestiones
muy distintas: Sexualidad, sexo y
género. La parte más visible somos los gais, lesbianas y bisexuales, aquellos
quienes tenemos una sexualidad distinta a la mayoría de la población. En
nosotros está la responsabilidad de romper con mitos, promoviendo la aceptación
por parte de la sociedad, pero no sólo de nosotros, sino también de la otra
parte del colectivo que es menos visible, pero que también existe. Los
transexuales y transgénero tienen que enfrentarse a una LGTBIfobia mayor al no
ser tan visibles. Por ello es importante que aquellos que sí somos más visibles
también intentemos meter en las conversaciones a pie de calle a ellos y ellas.
El problema está en que si una
persona se ve fuera de un colectivo por la imagen externa que este muestra, le
va a dar igual que en las revueltas de Stonewall también hubiese transexuales,
no lo va a ver como una lucha pareja a la suya propia. No se va a informar ni
va a intentar que aquellos no tan visibles ni numerosos se tengan que enfrentar
al menor número de batallas posibles porque alguien previamente le ha ayudado a
romper estigmas. Seguramente va a tener un punto de vista muy semejante al de
cualquier heterosexual desinformado.
Un Orgullo es más que un acto, es
una ventana para muchos y es importante que esa ventana no muestre cosas que
pueda generar rechazo de aquel chico de quince años que acababa de salir del
armario, sino que tiene que ser algo donde él y todos y todas podamos
distinguirlo como una lucha común, no como una simple fiesta patrocinada por marcas de bebidas.
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