domingo, 29 de junio de 2014

Orgullo con sabor a ron

En un ambiente donde todo lo que te rodea no se sale de la heteronormatividad es difícil salirte un poco de aquello que habitualmente has visto. Aún así, hay un momento en el que si eres diferente tienes que acabar aceptando cómo eres. Quizás con dificultades, pero al final ves un choque en tu manera de relacionarte con los demás si no te aceptas.
Para un chico de quince años no era fácil dejar visibilizar lo que sentía, pero finalmente tuvo que dar el paso. Primero con unos, luego con otros, pero a las personas de su confianza tenía que contarles que era homosexual, porque eso era parte de él.
Este chico no tuvo muchos problemas comparado con un chico gay o una chica lesbiana de hacía veinte años. Política y socialmente ya se había avanzado bastante. Aunque aún había que cambiar muchas cosas, siempre sabía que iba a tener que superar barreras y podía haber gente que tuviera prejuicios, pero en cuanto se dijo para sí quién era, el resto parecía mucho más fácil de superar.
No obstante, era un chico de una ciudad mediana donde nunca había visto en aquel momento por allí algo que le sirviese de ayuda para poder encarar todo aquello que veía que ya era imposible de negar. Su referente era la televisión. Una televisión que cada verano mostraba carrozas, hombres con ropa sado y hombres trasvestidos, pero le faltaba ver a gente que fuese parecido a él. Esta situación, le llevaba a creer que tenía que ser para ellos, lo cual le generaba un profundo dilema, porque siempre se había sentido bien con su forma de ser, su manera de vestir...
Quizás ese fue de uno de los principales baches que tuvo, intentar romper tópicos que él aún no sabía que realmente lo eran. En su continuación de reafirmación de ser hubo un momento en el que pese a ser gay se sintió como alguien que no tenía nada que ver con el colectivo LGTBI.
No se veía como la imagen que le daba la sociedad que le tenía que dar y por otra parte veía que algunas asociaciones no luchaban contra la percepción estigmatizada que tenía alguna gente de la sociedad. Este chico se dio cuenta de que él no era el único que no pasaba por aquellos filtros.
 Finalmente fue conociendo a personas que se salían de lo que la tele le hacía pensar. Casi ninguna lesbiana, gay o bi se enmarcaba dentro de lo que la caja tonta le hacía pensar. Cada persona era distinta y tenía una actitud desigual ante el mundo que le rodeaba. Sus sueños eran distintos y estaban lejos de lo que muchas veces los medios de masas a través de sus noticias, pero también de sus producciones audiovisuales, intentaban dar a conocer.
Si bien es cierto que con el tiempo vio que aquella verdadera realidad se empezaba a dejar ver tímidamente en los medios, la tónica seguía siendo la misma.  También se dio cuenta de que tampoco toda la gente que pasaba por el orgullo allí era así, sino que tan sólo era lo que los medios sacaban.
El homosexual atractivo interesado por su cuerpo que le gusta lucirse es cierto que existe, pero como también existen  heterosexuales con los mismos patrones. Por ello es curioso que siempre predominen algunas figuras en el mundo LGTB, mientras que éstas no son las predominantes en el mundo hetero.
También me hace pensar que si yo no me siento totalmente representado en algo así, pienso que una mujer lesbiana, bisexual o transexual no lo estará en la mayoría de las ocasiones. Se  ha dado un mensaje machista en el sentido de esta celebración. Las mujeres apenas aparecen y parece que es algo más propio de hombres cuando ves que las carrozas están llenas de hombres en su práctica totalidad.
Es curioso además que una serie de reivindicaciones sea fomentada por la empresa privada. Las carrozas en su gran mayoría tienen publicidad de algún tipo de empresa, muchas veces de la trama empresarial LGTB de Madrid, el primer interesado del Orgullo que se ofrece.
En este sentido las asociaciones organizadoras tienen bastante culpa de hacer muchas veces lo que al empresariado gay le interesa. Pese a que el Orgullo ha sido históricamente el 28 de junio, este año en Madrid se va a realizar el primer fin de semana de julio. Este año se ha visto claramente cómo los intereses del Dios Dinero se anteponen a la lucha de derechos, al trasladar la fiesta una semana después—mucha gente está de vacaciones y se puede trasladar más fácilmente desde otros puntos de España, pese a que el 28 de junio haya sido sábado.
Cuando hace unos meses la alcaldesa Ana Botella fue a Berlín para fomentar el turismo gay en la capital no me extrañó en absoluto. Sus declaraciones de “Peras y manzanas” no la impidieron ir a la capital alemana para vender aquello. Su objetivo no era reivindicar los derechos LGTBI, sino intentar fomentar el sector turístico en su ciudad. Hemos llegado a un punto en el que una reconocida homófoba puede llegar a vender paquetes vacacionales a homosexuales.
El dinero mueve el mundo de muchos y los prejuicios se transforman en oportunidades cuando se pueden llenar varias carteras. En el resto de luchas sería inimaginable un control tan alto de la empresa privada. No entraría en la cabeza de nadie que una manifestación pro aborto fuera patrocinada por una clínica abortista. El hecho le quitaría credibilidad a un asunto tan serio.
Igual pasa en el Orgullo que se celebra en Madrid. Hay mucha gente que va por fiesta, no porque allí se reivindique algo. No me parece mal combinar una manifestación con un acto festivo, pero que la fiesta se imponga sobra la manifestación puede suponer que la reivindicación se diluya.
Es verdad que existe un orgullo crítico que lucha en parte con todo lo que estoy diciendo, pero por desgracia no es el que la gente llega a conocer, ni la gente que no iría al Orgullo normal por lo que acabo de decir.  El que tiene publicidad es el comercial, el televisivo y el muchas veces estereotipado.  Los del crítico son los que además de sufrir el silencio de los medios—incluso de medios LGTB— son maltratados por las instituciones, al no permitirles que su manifestación pase por el trayecto que quieren y fijarles la ruta de la propia protesta. Es el orgullo que no da ingresos y al que a los gobiernos del PP no le interesa.
Mientras tanto, hay muchos LGTBI que por desconocimiento de que existe el crítico y su animadversión ante el oficial siguen sin salir a la calle. Gais, lesbianas, bisexuales y transexuales que no se ven representados y en más de una ocasión se sienten ocultados.
La realidad televisada no es falsa, pero no se puede limitar a un colectivo tan amplio y heterogéneo con la aplicación de unos mismos patrones que suelen ser minoritarios. Cada persona es distinta y su comportamiento también.
El orgullo tiene que ser la plasmación de una lucha. Tiene que ser el Orgullo de todos, no el orgullo de los empresarios de Chueca. Se necesita el Orgullo tanto como se necesita el día de la Mujer o el día del Trabajo, pero debe ser de otra manera.
Si se quiere un orgullo en el que haya personas que no se sientan identificadas, las asociaciones organizadoras no se podrán quejar de que haya intolerancia dentro del colectivo. Tener como enemigo a un LGTBI porque no se le ha dado un mensaje de que ese también es su orgullo y no el de unos estereotipos y lobbies económicos puede suponer una involución en la percepción dentro y fuera del colectivo.
La lucha LGTBI trata tres cuestiones  muy distintas: Sexualidad, sexo y género. La parte más visible somos los gais, lesbianas y bisexuales, aquellos quienes tenemos una sexualidad distinta a la mayoría de la población. En nosotros está la responsabilidad de romper con mitos, promoviendo la aceptación por parte de la sociedad, pero no sólo de nosotros, sino también de la otra parte del colectivo que es menos visible, pero que también existe. Los transexuales y transgénero tienen que enfrentarse a una LGTBIfobia mayor al no ser tan visibles. Por ello es importante que aquellos que sí somos más visibles también intentemos meter en las conversaciones a pie de calle a ellos y ellas.
El problema está en que si una persona se ve fuera de un colectivo por la imagen externa que este muestra, le va a dar igual que en las revueltas de Stonewall también hubiese transexuales, no lo va a ver como una lucha pareja a la suya propia. No se va a informar ni va a intentar que aquellos no tan visibles ni numerosos se tengan que enfrentar al menor número de batallas posibles porque alguien previamente le ha ayudado a romper estigmas. Seguramente va a tener un punto de vista muy semejante al de cualquier heterosexual desinformado.
Un Orgullo es más que un acto, es una ventana para muchos y es importante que esa ventana no muestre cosas que pueda generar rechazo de aquel chico de quince años que acababa de salir del armario, sino que tiene que ser algo donde él y todos y todas podamos distinguirlo como una lucha común, no como una simple fiesta patrocinada por marcas de bebidas.

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