No sabía qué había
pasado, tan sólo notaba que había bebido más de la cuenta. Le dio
confianza al alcohol y éste se apoderó de su cuerpo, haciéndole no
recordar nada de las últimas horas. Sólo sabía una cosa, había
llegado a casa sano y salvo y había sido capaz de entrar en su
dormitorio para dormir en su querida cama.
Tras unos segundos de
estiramiento de brazos y un pequeño gemido, mezcla del cansancio que
aún tenía y el dolor de cabeza producido por la resaca, sintió la
presencia de alguien a su lado. Con cara de susto, miró hacia su
izquierda, de donde provenía una respiración profunda. Allí estaba
dormido un chico bastante atractivo, de unos veinte años, moreno con
melena rojiza. Estaba completamente desnudo, tan sólo cubierto por
una fina sábana que prudentemente había ocultado sus partes
íntimas. Al verle, se asustó aún más, no tenía ni idea de qué
hacía ese tipo ahí, tenía miedo de haber hecho una locura.
Se levantó y se puso
nervioso, dando vueltas por la habitación, hasta que con uno de sus
pies pisó un condón usado. Entonces se calmó, al fin y al cabo
había pasado, o al menos suponía, una gran noche y por lo que el
preservativo lleno de líquido blanquecino mostraba, no corrió
ningún riesgo.
Acto seguido, cogió el
condón con dos dedos y empezó a mirar el semen de su interior.
Tenía una extraña afición a mirar cuánto se había corrido o se
habían corrido, pero esta vez el interés aumentaba al ser absoluto
su desconocimiento acerca de quién de los dos provenía la sustancia
lechosa. Estuvo un buen rato mirando el condón intentando averiguar
si era capaz de reconocer su semen, pero la tarea parecía imposible.
De pronto el chico atractivo, al que “había dejado rendido” en
su cama, convirtió la fuerte respiración en graves ronquidos, lo
que hizo que saltase del borde de la cama donde se había sentado.
Dejó el “¿Quién es
quién?” versión lefa, y se fue a la cocina, dejando al querido
invitado sólo con sus ruidos. En la cocina lo primero que hizo fue
tirar el preservativo a la basura y lavarse sus lubricadas manos. Se
preparó un café, el cual acompañó con un apetitoso ibuprofeno que
le ayudaría con su resaca. Ya más aliviado, pareciendo que el dolor
punzante de su cabeza se había esfumado gracias a la pastilla que se
había tomado, intentó de hacer memoria de lo que había pasado esa
noche. Sólo se acordaba de su último episodio sobrio, cuando la
discoteca a la que fue con un par de amigos se llenó de espuma, la
cual casi le estropea su quinto cubata, que fue el que finalmente le
hizo efecto.
Lo máximo que llegó a
recordar tras eso fue cómo se besaba con el chico que ahora estaba
en su cama, cómo le cogió el culo y cómo le tocó el paquete.
Todos sus recuerdos estaban cubiertos con una fuerte niebla, pero él
sonreía, si algo sabía era que esa misma noche había triunfado.
Creo que ahora tengo más calor >.<
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