En una vorágine de pleitesía al inglés y a las espectaculares puestas en escena, viene Portugal y nos recuerda cuál era antes el protagonista del Festival de Eurovisión: la canción. La radiotelevisión pública portuguesa puso en marcha un concurso con canciones de compositores que estaban iniciando su carrera en el mundo de la música. Apostaron por lo suyo, por el valor del talento nacional. No malgastaron el dinero de los contribuyentes lusos en grandes productoras que fabrican melodías sin personalidad.
Esta idea de selección tan sencilla trajo una canción sencilla, pero no
simple. La música de fondo, como siempre tendría que haber sido, y por encima
la voz enternecida y profunda del artista. Las letras de la compositora salían
por la boca del cantante, sintiendo cada sílaba y poniendo énfasis en todas las
frases.
Ayer ganó la humildad en un continente donde la apatía de nuestros líderes
nos está llevando a la destrucción. Bravo por la belleza de la canción y
gracias a la radiotelevisión de Portugal por ir a contracorriente y hacer la
labor que un medio público siempre debería hacer. Ayer el modelo a seguir no
fue la BBC, sino el de un ente de un país muy pequeño que durante unos minutos
mostró lo grande que es.